l_luevano@hotmail.com

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Volviendo a la Biblia

Respuesta a las indirectas de Mario Peña.

Hace bastante tiempo que Mario Peña me envió solicitud de amistad en Facebook, la cual acepté, como acepto a la mayoría de personas que me envían solicitud, sobre todo cuando puedo corroborar si se trata de personas conocidas, o que son conocidas por amigos míos de confianza.

Nunca había tenido algún tipo de interacción personal con él, sino hasta hace poco que presentó un estudio sobre “La predestinación”, en el que cometió algunos errores de interpretación. Con toda limpia conciencia y sin tener algún tipo de intención oscura, le escribí en su perfil para señalarle su error. No obstante, la manera en que respondió, y las cosas que me dijo, dejaron ver la falta de humildad y de honestidad de este hermano. Aquí les comparto la evidencia de lo que él dijo, y el breve; pero desagradable intercambio que tuvo con su servidor.

He aquí lo que, según Mario Peña, dijo Pablo en Romanos 8:29 sobre la predestinación.

Una vez que hemos escuchado lo que según Mario Peña significa “predestinación” en Romanos 8:29, ahora he aquí la corrección que le hice, lo cual introduce nuestro intercambio.

Habiendo, pues, dejado en claro lo anterior, Mario Peña realizó otro video en el que supuestamente aborda el tema de la “hermenéutica”, en el cual, y haciendo referencia a nuestro intercambio, insinúa varias cosas que no solamente son mentiras, sino además, tergiversadas. Su orgullo lo lleva no solamente a carecer del valor necesario para abordar con su servidor lo relativo al tema antes tratado, sino que, además, hace insinuaciones insanas y totalmente alejadas de la realidad, sabiendo que no serán pocos los que sean engañados con su hueco discurso. Voy a responder a sus insinuaciones en seguida. He aquí las palabras de Mario Peña:

RESPUESTA:

Las insinuaciones de Mario Peña se hacen evidentes al no mencionar nombre y apellido de ese “hermano” que le compartió algunos comentarios sobre su tema de la “predestinación”. ¿Por qué no menciona nombre y apellido? ¿Quiere evitar que yo le responda? ¿Quiere decir que no estaba hablando de mí, sino de otro? Si no hablaba de mi persona, entonces, ¿de quién hablaba? Uno puede leer todos los comentarios de su publicación, y se hace evidente que, en este tema, donde supuestamente hablará sobre “hermenéutica”, estará haciendo referencias aisladas y equivocadas sobre las correcciones que le estuve haciendo en su tema de la “predestinación”.

En segundo lugar, si él quiso dar una “breve explicación” sobre lo que él entiende acerca de la “predestinación”, eso no cambia el hecho de haber errado al explicar lo que el apóstol Pablo enseña sobre la predestinación en Romanos 8:29. La brevedad de cierta declaración no la libera del error que pudiera tener. Por ejemplo, la explicación de la serpiente, sobre lo que Dios había dicho con respecto a las consecuencias de comer del fruto del árbol del bien y del mal, fue “breve” (cf. Génesis 3:4, 5); pero eso no cambia el hecho de que era algo contrario a lo que Dios había dicho. Sí, su explicación, su enseñanza fue “breve”; pero, aun así, fue equivocada. ¡Cambió lo que Dios dijo! Cambiar lo que Dios dice es sumamente grave, aunque se cambie con una “breve explicación”. El diablo nunca corrigió su error, ¿lo corregirá nuestro hermano Mario Peña?

Luego dice que su servidor debió “esperar a que el tema se explique más” antes de haberle señalado su error; sin embargo, nuestro hermano ignora el hecho de que, el error que le estuve corrigiendo, no requería más explicación. ¿Acaso iba a decir algo contrario a lo que dijo en su “breve explicación”? Si con una extensión del tema pretendía enseñar algo contrario al error que cometió en su “breve explicación”, entonces mi corrección fue del todo acertada. Además, él jamás advirtió que estaría explicando más sobre el tema, ¿cómo iba a saber yo, que con una mayor explicación iba a decir algo contrario a lo que ya había dicho en su “breve explicación”? Yo no tengo la capacidad de adivinar que él daría una explicación contraria a lo que ya había dicho, sobre todo cuando no advirtió sobre eso. Sin embargo, sea que tuviese la intención o no de dar una explicación más extensa sobre el tema, eso no cambia el hecho de que erró en su explicación de lo que Pablo dice en Romanos 8:29 sobre la predestinación. Lo extraño del asunto, es que ahora, en su estudio de “hermenéutica”, dice, “no voy a ahondar más en el tema, porque no es el propósito hacer una serie de estudios sobre la predestinación”. ¿Cómo? Entonces, ¿por qué está, según él, corrigiendo el hecho de haberle yo señalado su error, antes de que el tema se explique más? Si él no tiene “el propósito de hacer una serie sobre la predestinación”, ¡no había razón para esperar una explicación más extensa y profunda sobre el asunto! Entonces, mi corrección fue del todo acertada y oportuna (cf. 2 Timoteo 4:2).

Mario Peña:

RESPUESTA:

Ahora Mario Peña nos quiere tomar el pelo, diciendo que en su explicación sobre la “predestinación”, y por respetar, según él, la hermenéutica, dijo que la palabra “conocer”, en conjunto con la palabra “predestinación”, significaba que “Dios ya conocía qué tipo de personas habrían de ser salvas, en el sentido de qué clase de personas”. Sin embargo, ¡eso no fue lo que dijo! He aquí, otra vez, lo que dijo, para que ustedes noten que lo que está diciendo ahora, es absolutamente diferente a su anterior explicación:

Como vemos, él dijo que la palabra “predestinación”, significa que Dios “sabe quiénes se van a salvar”. Nuestro hermano ignora que el término “quiénes” y la palabra “tipo” indican ideas totalmente diferentes.  He aquí una explicación sobre esto, esperando que nuestro hermano lo comprenda. La palabra “quiénes” es un pronombre interrogativo, mientras que la palabra “tipo” es un sustantivo. La palabra “quiénes” se centra en identificar individuos, busca una respuesta que identifique personas específicas. Por su parte, la palabra “tipo” se utiliza para referirse a una categoría, clase o naturaleza de algo. Se centra en clasificar. No es lo mismo preguntar “quiénes” son los autores de cierto libro, a preguntar “qué tipo” de libro es. Nuestro hermano había dicho que la palabra “predestinación”, significa que Dios “sabe quiénes se van a salvar”, pero no es eso lo que Pablo dice. Pablo no está tratando acerca del conocimiento de Dios sobre lo que harán o no harán las personas. Pablo está diciendo que Dios “conoció” o “aprobó” de antemano cierta “tipo” de personas que “predestinó”, “llamó”, “justificó” y “glorificó”. La condición espiritual de quienes son predestinados, según Pablo, es la de ser salvos. ¡Dios los glorificó! Nada dice Pablo sobre saber de antemano lo que las personas harán o no harán con respecto a la salvación. Tal cosa es un error.

Otra cosa interesante es que cuando nuestro hermano, dice, “se van a salvar”, introduce un tiempo absolutamente diferente al que Pablo usa. La frase “se van a salvar” está en el futuro perifrástico y se utiliza para indicar que la acción ocurrirá en el futuro. No obstante, cuando Pablo dice que Dios “predestinó”, escribiendo en griego, “προωρισεν”, usa el aoristo activo indicativo. El aoristo activo indicativo es un tiempo verbal en griego antiguo que se utiliza para referirse a una acción pasada y completa, sin especificar su duración. El aoristo se usa para señalar una acción que se realizó en el pasado y se considera completa. En lugar de centrarse en la duración o la repetición de la acción, el aoristo se enfoca en el hecho de que la acción ocurrió. Es una acción puntual. Ahora, dado que el modo indicativo se usa para hacer declaraciones sobre hechos reales y objetivos, es ilógico que Pablo incluya a inconversos, de los cuales Dios tiene el conocimiento si se salvarán o no. Tal idea es absolutamente ajena al texto sagrado en Romanos 8:29.

Pero, además de lo anterior, señalemos el hecho de que, en su breve disertación sobre “hermenéutica”, vuelve a tropezar en su explicación, diciendo que “Dios ya sabía qué tipo de personas habrían de ser salvas”. No, mis estimados, Pablo no está hablando de saber Dios si cierta clase de personas “habrían de ser salvas”. La frase, “habrían de ser salvas”, indica un tiempo condicional compuesto, expresando una situación hipotética o una posibilidad no realizada en el pasado. Nuestro hermano tropieza en no considerar el hecho de las acciones de Dios con respecto a quienes “predestinó”. Si Dios “conoció”, “predestinó”, “llamó”, “justificó” y “glorificó”, entonces está hablando de hechos, no de posibilidades. La justificación y la glorificación de los tales es un hecho. ¡Son salvos! Esa es su condición o naturaleza, son santos. Las palabras de Pablo con respecto a lo que Dios hizo con tales personas expresan certeza, son el conjunto de una afirmación directa y real. La frase de Mario Peña, “habrían de ser”, expresa incertidumbre, posibilidad, expectativa o una condición no cumplida. Las palabras de Pablo señalan una condición que se goza actualmente por cada uno de los referidos, mientras que la explicación de nuestro hermano dice algo totalmente diferente. ¿Entenderá nuestro hermano?

Mario Peña:

Cuando señalé y corregí el error de nuestro hermano, en lugar de considerar los argumentos, me respondió con el tecnicismo de que le tenía que mostrar “fuentes”. Dice que él me pidió mis fuentes, y no las de él. Esto es ridículo. Si yo lo referí a sus mismas fuentes, lo hice precisamente porque sus propias fuentes no respaldan su explicación. Si sus propias fuentes no respaldan su explicación, ¿qué necesidad hay de que le muestre otras fuentes? Él citó tres diccionarios, y los tres no le respaldan, ¿para qué quiere que le muestre más diccionarios? Si sus tres diccionarios dicen algo diferente a lo que él está explicando, y luego yo le muestro otros tres diccionarios que dicen lo mismo que los suyos, ¿entonces entenderá que está equivocado? Aparte de los diccionarios que él utilizó, ¿cuántos diccionarios más debería yo citar para que entienda que sus propias fuentes le contradicen? ¿No cree a sus propias fuentes? Así que, solicitar fuentes, cuando sus propias fuentes le contradicen, es ridículo. Él quiere dejar la impresión de que yo tuve mala actitud con eso, y que no se presentaron fuentes, cuando las fuentes las leyó él mismo. Así que, no hubo ausencia de fuentes.

Pero, ¿por qué no suelo citar fuentes? Bueno, para empezar, no soy el único. Muchos maestros no citan fuentes, incluso en cuestiones teológicas, filosóficas, gramaticales, etc. Por ejemplo, A. T. Robertson, comentando Romanos 8:29, no cita ninguna fuente para sus explicaciones. Jhon F. MacArthur tampoco cita ninguna fuente al explicar Romanos 8:29. Charles Caldwell Ryrie tampoco lo hace. Los comentaristas Roberto Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, comentando Romanos 8:29, no citan fuentes. El hermano Bill H. Reeves tampoco cita ninguna fuente cuando explica Romanos 8:29. El hecho es que, la ausencia de citas de fuentes en las ponencias de algunos maestros, entre los cuales me cuento, se debe a diversas razones. Aquí se exponen algunas:

El conocimiento implícito o internalizado. Esto significa un dominio del tema. Cuando se tienen conocimientos arraigados, eso permite hablar fluidamente sin recurrir explícitamente a citas. El entendimiento y la experiencia personal son suficientes para transmitir la información. También el estilo y método de enseñanza influye en ello, en el sentido de ejercer un enfoque narrativo o conversacional. Personalmente, prefiero un estilo de enseñanza más narrativo o conversacional que no se interrumpe con citas formales. La idea también tiene que ver con simplificar el contenido, pues a veces, citar fuentes puede complicar o sobrecargar una explicación. También, en ciertos entornos académicos o profesionales, puede haber una suposición de que la audiencia ya está familiarizada con las principales fuentes y autores en el campo. Pero, además de todo eso, por vía del argumento, comúnmente suelo usar las propias fuentes que mi interlocutor ha usado. Esto me lleva a ejercer comentarios pragmáticos, sobre todo en presentaciones cortas como lo era nuestro intercambio en Facebook. Así que, siendo que con las mismas fuentes de Mario Peña, demostré que su tesis es equivocada, las fuentes que yo pueda presentar no son esenciales. Así que, reitero, la petición de Mario Peña, al pedir fuentes, en este caso, es una petición ridícula.

Luego dice que su petición me pasó como diez metros arriba de mi cabeza; pero, ¿a qué altura le pasaron sus propias fuentes? Él pidió fuentes, y no me hice el desentendido, le expliqué con toda propiedad que sus propias fuentes eran suficientes. Así que, si su petición me pasó diez metros arriba de mi cabeza, entonces las fuentes de Mario Peña le pasaron un kilómetro completo arriba de la suya. El hecho es que Mario Peña se refugió en este subterfugio ridículo para no presentar defensa de sus ideas equivocadas. Dice que no me contestó, cuando cualquiera que lea la conversación nuestra, la cual está aquí mismo en las imágenes que he compartido antes, prueban que le respondí, aunque no cumplí su capricho de presentar más fuentes que las que él mismo había presentado. No obstante, en lugar de responder como se debe, él prefirió mal representarme y acusarme falsamente de cosas feas, en lugar de responder puntualmente a mis argumentos. Se refugia detrás de su petición de fuentes para no responder a mis argumentos, pero al mismo tiempo se dedica a proferir vanas palabrerías que solamente exhibieron su carnalidad. No es cuestión tampoco de que uno crea a lo que cierto maestro de la Biblia diga. ¿Acaso yo escribí las fuentes que citó Mario Peña? Por tanto, fuentes había, el problema es que Mario usa este cuento de las fuentes para evadir el hecho de su error. La verdad es que, Mario Peña me preguntó por fuentes, luego cité las suyas propias, ¿qué más era necesario? Bastaba con que las leyera. Sin embargo, es evidente su sesgo argumentativo, evidenciando la debilidad de su posición. Yo con toda amabilidad le declaré que considerara sus propias fuentes, no hay, por tanto, ninguna falta de cortesía o amabilidad de mi parte, ni tampoco ninguna pretensión de ser yo inspirado en mis explicaciones. Ante todos estos desatinos de Mario Peña, debemos considerar la siguiente lección: Es necesario agregar humildad y honestidad a las herramientas y técnicas de estudio bíblico. Y si usamos fuentes, ¡hay que saber usarlas!

El estudio bíblico es una disciplina esencial para la vida del cristiano, proporcionando a los creyentes una comprensión más profunda de las Escrituras y su aplicación en la vida cotidiana. Sin embargo, a medida que avanzamos en nuestras técnicas de estudio, es vital recordar que la efectividad de estas herramientas técnicas depende en gran medida de las actitudes subyacentes con las que las empleamos. En particular, la humildad y la honestidad son componentes cruciales que deben integrarse en cualquier enfoque técnico para asegurar que nuestro estudio bíblico sea genuino y transformador.

La Humildad: Reconocer Nuestras Limitaciones.

1. Reconocimiento de la limitación humana: La humildad comienza con la aceptación de que nuestra comprensión es limitada. Las Escrituras, inspiradas y profundas, contienen misterios que trascienden nuestro entendimiento completo. Abordar el estudio bíblico con humildad implica estar abiertos a la corrección y a nuevas perspectivas. Reconocemos que no poseemos todo el conocimiento y que nuestra interpretación puede estar influenciada por nuestros contextos culturales y personales.

2. Enfoque Servicial: La humildad también implica un enfoque servicial. Nuestro estudio de la Biblia no debe ser solo un ejercicio intelectual, sino una búsqueda para conocer a Dios más profundamente y servir a los demás con ese conocimiento. La humildad nos motiva a usar lo que aprendemos para edificar a otros y contribuir al crecimiento espiritual de la comunidad.

La Honestidad: Buscar la Verdad con Integridad.

1. Integridad Intelectual: La honestidad en el estudio bíblico significa realizar una exégesis rigurosa y precisa. Es esencial ser fieles al texto y no manipularlo para que se ajuste a nuestras ideas preconcebidas. La honestidad nos lleva a admitir cuando algo no está claro y a buscar más comprensión, en lugar de forzar interpretaciones que pueden no ser precisas.

2. Transparencia con Fuentes y Métodos: Ser transparente acerca de las fuentes y métodos utilizados en el estudio es otra faceta de la honestidad. Esto incluye citar correctamente los comentarios, las traducciones y otros recursos que informan nuestra comprensión. Además, explicar claramente los métodos de interpretación que empleamos permite que otros evalúen la validez de nuestras conclusiones.

3. Aplicación Sincera: La honestidad también se refleja en cómo aplicamos lo que aprendemos. Ser sinceros en nuestra aplicación significa que vivimos de acuerdo con los principios descubiertos en nuestro estudio. Esto evita la hipocresía y asegura que nuestras vidas sean un testimonio coherente de las verdades bíblicas.

Integrando Humildad y Honestidad en el Estudio Bíblico.

1. Estudio en Comunidad: Participar en estudios bíblicos grupales fomenta el diálogo abierto y respetuoso. La humildad y la honestidad prosperan en un entorno donde se valoran las perspectivas diversas y se busca la verdad en conjunto. La comunidad ofrece un espacio para aprender unos de otros y para ser corregidos y alentados mutuamente.

2. Retroalimentación y Corrección: Buscar activamente la retroalimentación de mentores y compañeros de estudio es vital. La humildad nos permite aceptar corrección, mientras que la honestidad nos ayuda a evaluar críticamente nuestras interpretaciones. Este proceso de retroalimentación y corrección continua asegura que nuestras conclusiones sean sólidas y bíblicamente fundamentadas.

3. Evaluación Continua: Evaluar regularmente nuestras motivaciones y métodos de estudio es crucial. Preguntarnos si estamos siendo humildes y honestos en nuestra búsqueda de la verdad bíblica nos ayuda a ajustar nuestras prácticas y a mantener una actitud correcta. Este proceso de autoevaluación asegura que nuestro estudio bíblico no solo sea técnicamente competente, sino también espiritualmente saludable.

Conclusión.

La integración de la humildad y la honestidad en las herramientas técnicas de estudio bíblico es esencial para una comprensión y aplicación auténtica de las Escrituras. Estas actitudes nos ayudan a reconocer nuestras limitaciones, depender de la guía divina, buscar la verdad con integridad y vivir de acuerdo con las enseñanzas bíblicas. Al hacerlo, no solo profundizamos nuestro conocimiento de la Biblia, sino que también nos transformamos más plenamente a la imagen de Cristo, reflejando su carácter en nuestras vidas y comunidades. Evitemos la mala actitud de individuos como Mario Peña, quienes, hablan mucho de técnicas, fuentes y métodos de estudio, “sin entender ni lo que dicen, ni lo que afirman” (1 Timoteo 1:7. Traducción del texto griego por el Centro Bíblico Hispano Americano. 1987).

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Fuente del audio: https://www.facebook.com/100078097824891/videos/1035191924640055

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