¿Por qué razón nos identificaríamos con ningún otro nombre que no sea el de “cristianos”? ¿Qué motivaría a alguien para rechazar el nombre “cristianos”? Tal vez algunos no quieran ser identificados como “cristianos” por vergüenza, pero no pocos rechazan ese nombre bíblico precisamente por rebelión. No quieren llamarse cristianos y nada más que cristianos, porque aman la división y la confusión, pues aman las doctrinas de los hombres y aborrecen la voluntad de Dios.
¿Qué hay de usted, estimado amigo que nos escucha? ¿Se identifica usted como cristiano, y nada más que cristiano? La Biblia dice en Hechos 11:26, “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”. Hoy, quienes somos discípulos del Señor, llevamos ningún otro nombre, sino solamente el de “cristianos”. ¿Por qué?
ESE NOMBRE NO FUE RECHAZADO.
No fue rechazado por “Bernabé y Saulo”. El texto dice que “se congregaron allí todo un año con la iglesia”. ¿Quiénes se congregaron todo un año con la iglesia? Bueno, en el contexto tenemos la repuesta: “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía” (v. 25). ¿Lo ve? Allí están “Bernabé” y “Saulo”, quien también es conocido como el apóstol Pablo (cfr. Hechos 13:9; Romanos 1:1).
Estos hombres no eran solamente “discípulos”, sino también “profetas”. En Hechos 13:1, dice sobre ellos, “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé […] y Saulo”. Luego, “Bernabé” y “Saulo” no eran varones cristianos solamente. No eran solamente “discípulos”, sino también “profetas”. La obra de estos hombres, como profetas, era de la “consolar” y “confirmar” a los hermanos. En Hechos 15:32, dice que “Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras”. Los profetas, con abundancia de palabras, incluso durante un tiempo considerable, como un año entero, exhortan e instruyen a la iglesia sobre la voluntad de Dios. Por eso, en 1 Corintios 14:31, se nos dice que, cuando los profetas ejercían su oficio, lo hacían, “para que todos aprendan, y todos sean exhortados” (1 Corintios 14:31).
¿Se opusieron Bernabé y Saulo al nombre “cristianos”? ¿Acaso exhortaron, amonestaron o animaron a la congregación para que no llevaran ese nombre? ¿Hablaron en nombre del Señor para advertir a los santos en contra de ese nombre? ¿Lee usted allí que ellos se expresaban como lo hacen hoy en día muchos predicadores sectarios que están enamorados con sus nombres religiosos y rechazan o tienen en poco el nombre “cristianos”? Por tanto, llevemos ningún otro nombre, sino solamente cristianos.
No fue rechazado por otros profetas. En el contexto subsecuente de Hechos 11:26, es decir, en el versículo 27, dice: “En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía”. En aquellos días, ¿cuáles días? En esos mismos días en que los discípulos habían sido llamados cristianos. Pues en aquellos días, ninguno de los profetas que había descendido de Jerusalén, ninguno expresó algún desprecio o rechazo hacia el nombre “cristianos”. Pasaron días, y sin duda alguna escucharon el nombre o fueron identificados con el nombre, pero jamás expresaron algún rechazo contra él.
Estos profetas descendieron a la misma ciudad donde los discípulos fueron llamados “cristianos”, y no expresaron rechazo alguno. Sin duda alguna que la gente de la ciudad los escuchó hablar de la Palabra de Dios, pero ninguno de la ciudad de Antioquía los escuchó hablar en contra del nombre “cristianos”. ¿Negará usted que alguien de la ciudad pudo haber llamado “cristiano” a alguno de estos profetas? Si fue en Antioquía donde los seguidores de Cristo fueron llamados “cristianos”, no es extraño que alguien de la ciudad haya identificado como “cristiano” a alguno de estos profetas. ¿Respondieron con recelo? ¿Respondieron con molestia? Por el contrario, el Espíritu Santo no registró alguna aclaración o molestia que los profetas hayan expresado cuando alguno de ellos era identificado con el nombre de “cristiano”.
Estos profetas estuvieron allí para advertir sobre una gran hambre que afectaría a toda la tierra habitada. Particularmente, el profeta “Agabo” entregó dicha advertencia, y así, los discípulos, en respuesta a esa crisis, actuaron en favor de los santos que habitaban en Judea (v. 28-30). ¿Por qué Agabo no se pronunció en contra del nombre “cristianos”, si según se dice, era un “insulto” que la gente había inventado para ofender a los santos? ¿Por qué no leemos que “Agabo” diese a entender por el Espíritu que ese nombre no venía de Dios, ni fuese adecuado o propio para ser llevado por ningún discípulo? La verdad es que los profetas que descendieron de Jerusalén a Antioquía no rechazaron, ni se opusieron a que los discípulos fuesen llamados “cristianos”.
No fue rechazado por parte de un apóstol de Cristo. De los dos hombres que hemos identificado en el texto de Hechos 11:25-26, quiero que consideren a “Saulo”. Y quiero que lo tengan presente, porque “Saulo”, además de ser un varón cristiano, además de ser discípulo, además de ser profeta, también era “apóstol de Jesucristo” (2 Corintios 1:1). En Hechos 13:9, dice, “Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo”. Vean ustedes que, cuando hablamos de “Saulo” estamos hablando de “Pablo”, de un hombre “lleno del Espíritu Santo”. Ahora, en Romanos 1:1, dice: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios”. Entonces, Saulo, que es Pablo, no solo es un varón cristiano, no solo es un discípulo, no solo es un siervo de Cristo, no solo es un profeta, sino también un “apóstol de Cristo”.
¿Por qué es importante esto? Porque como “apóstol” de Cristo, su palabra y su ejemplo son altamente relevantes para la fe de todo hijo de Dios. Siendo apóstol de Cristo, él dijo, “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37). Las palabras de Pablo, como apóstol de Cristo, tienen total autoridad para las iglesias del Señor. En Filipenses 4:1, el mismo Pablo dice: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”. La enseñanza y el ejemplo de Pablo son significativos. Por tanto, y ante todo esto preguntamos, ¿se opuso este apóstol de Cristo al nombre “cristiano”? De ninguna manera. De hecho, cuando Pablo predicaba el evangelio, él hacía el esfuerzo por persuadir a los hombres a ser “cristianos”. En Hechos 26:28, dice: “Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano”. Saulo, que estuvo con Bernabé allí en Antioquía, donde los discípulos fueron llamados cristianos, no rechazó ese nombre, sino que trataba de persuadir a los hombres a convertirse, precisamente, en “cristianos”.
No fue rechazado por la iglesia. En Hechos 11:26, otra vez, leemos: “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia”. ¿Con quién se reunieron durante un año? El texto dice: “con la iglesia”. ¿Rechazó la iglesia el nombre “cristianos”? La congregación estuvo considerando la Palabra de Dios durante un año, y ese es tiempo suficiente para haber aprendido que ese no era un nombre adecuado para los hijos de Dios. Sin embargo, lo que la Escritura indica, es que el nombre “cristianos” fue producto de la enseñanza que estuvieron recibiendo los discípulos durante todo ese tiempo. La instrucción de Bernabé y Saulo fue hasta el punto de que los discípulos fueron llamados “cristianos”. Luego, la iglesia en Antioquía no rechazó el nombre “cristianos”. En esa iglesia había “mucha gente”, y ninguno opuso resistencia por el nombre “cristianos”. No hubo una sola persona que estuviese en desacuerdo en ser llamado “cristiano”. Los predicadores no estuvieron en contra de ese nombre. Los diáconos no estuvieron en contra de ese nombre. Los varones de la iglesia no estuvieron en contra de ese nombre, ni tampoco las mujeres. Por el contrario, todos y cada uno quedaron satisfechos, quedaron contentos y gozosos de ser identificados con el nombre de su salvador, con el nombre de su maestro, con el nombre de aquel que los había comprado con su sangre.
EL NOMBRE NO FUE USADO EN PRIVADO.
No fue ocultado del público. El texto bíblico, en Hechos 11:26, dice que fueron llamados “cristianos por primera vez en Antioquía”. Luego, nadie usó ese nombre con prudencia o de manera privada. Por el contrario, el nombre “cristianos” era de conocimiento público. La gente de Antioquía supo de ese nombre, y sobre quién había sido puesto. Desde luego, los habitantes de Antioquía no tenían nada que ver con ese nombre, pero sí sabían de él. Los griegos sabían de él, los judíos sabían de él, los romanos sabían de él, por lo que bien podemos decir que el nombre “cristianos” no fue empleado de manera privada. A partir de ese día, el mundo entero sabría que, aquellos que son discípulos de Cristo son llamados “cristianos”, y nada más que “cristianos”.
El nombre se esparció por todas partes. Tan cierto es que el nombre “cristianos” fue utilizado por los santos, que el mismo se esparció por todas partes. Fue en Jerusalén donde Pablo quiso persuadir al Rey Agripa a ser cristiano (cfr. Hechos 25:1; 26:28). Por su parte, el apóstol Pedro, escribiendo “a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 Pedro 1:1), les dijo, “pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello”. Padecer como “cristiano” era motivo para glorificar a Dios. Y es que, el nombre “cristiano” implicaba un estilo de vida absolutamente contrario y diferente a ser “homicida”, o “ladrón” o “mal hecho”. Padecer como cristiano era padecer por causa de Cristo. Jesús lo advirtió, diciendo, “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 10:22). Por eso, cuando Pedro y Juan fueron azotados, dice la Biblia en Hechos 5:41, “Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”.
¿QUÉ NOMBRE LLEVA USTED?
Lamentablemente, hoy en día existen muchas personas religiosas, pero muy pocos de ellos se conforman con ser llamados cristianos, y nada más que cristianos, exactamente como dice Hechos 11:26.
Hoy en día las personas no tienen pena alguna en identificarse como “Bautistas”, o “Metodistas”, o “Presbiterianos”, o “Testigos de Jehová”, o “Mormones”, o “evangélicos”, o “Adventistas”, o “Nazarenos”, o “Católicos”. Sin embargo, cuando volvemos a la Biblia, por ningún lado leemos que los discípulos del Señor se identificaban con nombres que exaltan algún otro personaje que no sea Cristo. El nombre “Bautistas” exalta un acto, el “Metodismo” exalta un estilo de vida, el nombre “Presbiteriano” exalta un sistema de gobierno eclesiástico, el nombre “Mormón” exalta a un falso profeta, el nombre “Católico” exalta una extensión, el nombre “Nazareno” exalta una ciudadanía, mientras que el nombre “Cristiano” exalta al Cristo, como el Señor y soberano de aquellos que han sido comprados por él con su sangre.
¿Sabe usted lo que el nombre “cristiano” significa? La palabra “cristiano” significa “propiedad de Cristo”, por lo que, quienes somos “cristianos”, somos aquellos que hemos sido comprados con su sangre. El apóstol Pablo escribió, “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). Somos parte de su cuerpo, somos parte de su reino, somos parte de su familia, somos suyos, somos sus esclavos, sus siervos, somos cristianos, y nada más que cristianos.
CONCLUSIÓN.
¿Desea usted ser llamado “cristiano” y nada más que “cristiano”? Usted necesita someterse a la voluntad del Señor, obedeciendo su evangelio. Necesita reconocer que Jesús es el Hijo de Dios (Juan 20:31). Necesita arrepentirse y abandonar todo pecado, todo nombre producto de la sabiduría humana (Hechos 3:19), confesando con sus labios que Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 8:37), siendo así bautizado para el perdón de sus pecados (Marcos 16:16; Hechos 2:38), para ser de Cristo, y solamente de Cristo (Marcos 9:41). Le invitamos a llevar ese nombre nuevo (Isaías 62:2), el cual nadie puede conocer sin ser de Cristo (Apocalipsis 2:17).